Tema abierto para trabajo colectivo

Caracterización de yacimientos no catalogados en el término de Bujalance.

jueves, 13 de agosto de 2009

Una primera aproximación al yacimiento de Los Llanos




Los cerros de las efemérides, como los hemos denominado en este blog, despertaron pronto mi curiosidad. Quería saber si en ellos encontraría algún tipo de huella que apoyase la hipótesis del uso de Cerro Calvario como un lugar de observación del ciclo anual del Sol.

En la primera visita comprobé que la cima de los cerros estaba cubierta por una placa subsuperficial de arenisca, de escasa potencia (de 10 a 12 cm de espesor medio) y en algunos puntos pobremente cementada. Las labores del tractor habían levantado placas, en muchos casos casi rectangulares, y con superficies de corte perfectamente planas (como se muestran en la fotografía). En una primera impresión parecían producto de cantera, pero terminé convenciéndome de que se trataba de formaciones naturales. Por otra parte, el seguimiento fotográfico que venía haciendo del avance del punto del ocaso, junto con el estudio de la información topográfica de mayor resolución, comentados en otras partes de este blog, nos llevaba a la conclusión de que el ocultamiento del sol en el solsticio de invierno, visto desde Cerro Calvario, no coincidiría con la cima del cerro, sino que se encontraría algo desplazado hacia su ladera sur.

Cuando hice la ruta del Cerro de San Cristóbal, siguiendo el tramo de camino que está catalogado como vía Heráclea, me había asaltado la duda de si, a la altura del Plantío, la antigua ruta no seguiría hacia Morente y Sacíli Martialium (el antiguo poblado romano entre Pedro Abad y El Carpio). A finales del mes de abril me decidí a hacer la ruta desde Morente hasta la carretera de Córdoba, siguiendo el camino que sale hacia el suroeste desde el cementerio de San Blas. Poco después de salvar el arroyo, encontramos el camino y su entorno cubiertos de abundantes restos muy fragmentados de cerámica. Pensé en un principio que tal vez pudieran ser restos del ager de una calzada, y que la acción del tractor los habría diseminado por una amplia zona. De ser así la distribución espacial de los restos mostraría una densidad decreciente conforme me alejase de la ruta principal. Para comprobarlo comencé a moverme en dirección perpendicular al camino, ascendiendo hacia el cerro. Lejos de disminuir, la densidad de restos permanecía constante o se incrementaba. Había restos esparcidos por doquier, extendidos por una amplia zona de la ladera del cerro, como se muestra en la fotografía.



Llegué así hasta las proximidades del cerro del solsticio de invierno. En esa zona ya no encontré más fragmentos cerámicos, pero me acerqué para volver a inspeccionar su placa de arenisca. Como recientemente había revisado mis cálculos sobre el punto de ocultamiento del sol en el solsticio invernal, quise localizar ese punto, bajando algo hacia el sur, siguiendo la línea de horizonte. Al llegar allí encontré el suelo sembrado de abundantes restos cerámicos, como se aprecia en la fotografía.



Recién sacada por la reja del tractor, encontré allí una tégula romana casi completa (mostrada en la fotografía). Se trata de una pieza de de losa cerámica relativamente grande, de 20.8 cm de ancho y 32 cm de largo (en su lado mayor), con algo más de dos centímetros de grosor. Es plana con un reborde en su extremo y una decoración geométrica muy simple, en ángulo, posiblemente hechas con los dedos de la mano, acompañadas de un punto, posiblemente una marca hecha con la uña. En su parte posterior está recorrida por dos delgados surcos paralelos. Envié la fotografía a D. Francisco Martínez Mejías, Cronista Oficial de Bujalance, quien la identificó como una tégula romana con huellas digitales. También envié fotografías al Concejal de Cultura y al arqueólogo involucrado en el estudio de Cerro Calvario.




Las tégulas romanas suelen ser de terracota, planas, rectangulares o trapezoidales, con dos pestañas o rebordes a lo largo de los lados mayores. Hay numerosas variantes en tamaño, y en la forma de las pestañas, según alfares o regiones. La pieza que nos ocupa no muestra entalladuras que permitiesen el encaje de una teja sobre otra. Cuando se utilizan para formar la cubierta de un tejado, la unión de los cordones o pestañas de tejas contiguas se protege por un ímbrice, una teja semicilíndrica o semitroncocónica de diámetro suficiente para albergar las juntas de las piezas rectangulares, como se muestra en la figura (tomada de wikipedia).




Las tégulas tuvieron también otros usos constructivos: falsas bóvedas de diedro para la cubrición de tumbas o cloacas, construcción de cielos rasos, confección de pavimentos que resistan bien la humedad, cubiertas de canales en acueductos y cámaras de termas, etc. Los orígenes de este elemento constructivo se remontan a la antigua Grecia (siglo VII a.C.), y se usan con profusión en el mundo romano.


En la zona encontramos más trozos de tégulas, reconocibles por la pestaña característica.

Estos hallazgos, fruto de una mera inspección visual, nos sugieren algún tipo de asentamiento, por su extensión espacial en una amplia zona de la ladera del cerro. La tégula romana solo establece una amplia horquilla para su datación. Fuese o no calzada, esta zona estaría al pie de una importante vía de comunicación, entre Calpurniana (y tal vez Bujalance) y Sacíli Martialium. La conexión del hallazgo de la mayor densidad de restos y la aparición de la tégula en el punto identificado como del solsticio invernal (visto desde Cerro Calvario) puede ser tan sólo el fruto de una feliz coincidencia, pero que tal vez hubiese de ser tenida en cuenta si algún día este emplazamiento fuese objeto de estudio por parte de profesionales competentes.

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